¡PUGBERTO EL PUG, FELIZ CUMPLEAÑOS!

Ahí está, con su archienemigo (mis tenis) mordisqueando las agujetas, tumbadito en el piso de la cocina y no me quita el ojo de encima. Pugberto, el Pug, cumplió dos años el pasado 4 de mayo, y ha pasado con nosotros 23 meses. ¿Cómo es posible que una bola peluda haya cambiado estrepitosamente mi vida? Hoy te lo cuento…

  • Soy una constante practicante de caminata. Me he convertido en una presencia constante en el parque. No hay excusa que valga. Al llegar a casa de la oficina mi Pug ya me espera con correa entre las fauces. Resulta que sí: los que tenemos perro hacemos más ejercicio, aunque sea caminar, media hora más a la semana que quienes no tienen.
  • Tengo más tono muscular. Pero no es lo que tú te piensas, dispongo de un número indeterminado de músculos (los de la sonrisa) en perfecta forma. Los ejercito a diario cuando veo a Pugberto huir escaleras abajo con las orejas plegadas hacia atrás, como si quisiera hacerse invisible con cualquier objeto que caiga al suelo y despierte su siempre desmesurada curiosidad; cuando se agarra a correr dando vueltas en el jardín o cuando juega al balón con un cubito de hielo que se cae de nuestra nevera.
  • Soy la mujer sin nombre. En el fraccionamiento nadie sabe cómo me llamo, solo que paseo con Pugberto el Pug. Mi madre ya no me pregunta qué tal estoy sino cuál es la última trastada que ha hecho mi peludo.
  • Vivo en un estado de asombro permanente. Me asombra la cantidad de sonidos diferentes que emite Pugberto para que le haga caso, las posturas acrobáticas que adopta para dormir, la coreografía de sus juegos con prácticamente todos los perros que encuentra por la calle, su ruidito cuando respira (como con nariz tapada) y también su ronquidito cuando duerme (como de puerquito).
  • Soy la madre de un furkid. Es la palabra en inglés para describir a los perros o los gatos que son tratados como hijos… Yo no lo creo, pero si eso significa que cuido, alimento y establezco un vínculo afectivo con un Pug que me muestra cariño, entonces sí lo soy.
  • Tengo mejor carácter. Leí un artículo donde entrevistaban a Brian Hare, un antropólogo evolucionista estudioso del comportamiento de los perros y autor de The Genius of Dogs. Y sobre los efectos perrunos en nuestra cabeza, decía: «Nuestra relación con los perros se ha hecho tan cercana que ha cambiado nuestra psicología. Interactuar con un perro puede elevar los niveles de oxitocina, beta endorfinas y dopamina, asociadas con el placer y los sentimientos amorosos». Yo solo sé que vivo con más intensidad, me veo más “disfrutona” y más feliz.

Aclaración: no, no he ligado

Aunque se diga que entre las mejores razas para ligar están los pugs, en eso no he triunfado, parece que el «cara a cara» ya no está de moda, sino el recurrir a apps e inventos varios para poder encontrar a la «media naranja». La magia de conquistar y ser conquistado se está perdiendo, ahora se lleva eso de ligar a través de la pantalla. Pero Pugberto y yo somos partidarios de perder la vergüenza y la pereza y hacerlo de frente.

Reconozco que cuando “May”, mi hijo, me dijo que quería un Pug, mi respuesta fue “pero están bien feos”. ¡Y ocurrió que me ha robado el corazón! Noble, cariñoso, impaciente, divertido y muy muy salvaje. No hay nadie que se resista a sus encantos. ¡Pugberto el Pug, feliz cumpleaños!

Y a ti, ¿cómo te ha cambiado la vida tu perro o tu gato?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *